Encajar implica hacer esfuerzos constantes para adaptarse a moldes ajenos, esconder lo que sentimos, pedir permiso para existir tal como somos.
Significa reprimir lo espontáneo, contener la emoción, modificar nuestro lenguaje o gestos para no desentonar.
Es una estrategia de supervivencia social… pero con un alto coste.

Pertenecer es otra cosa.

Es sentir que podemos ser exactamente quienes somos , con nuestras luces y sombras, nuestras formas únicas de estar en el mundo, y que eso no sólo es suficiente, sino necesario.

Porque cuando alguien puede mostrarse sin miedo en un grupo, cuando no necesita disfrazarse ni justificarse, ocurre algo profundamente sanor.

En los grupos de Biodanza no se pide que encajes…

Se celebra que seas

Cada persona que entra aporta una presencia única, una historia irrepetible, un ritmo propio. Y cuando esa diversidad se respeta y se honra, lo que se genera no es caos, sino sinfonía.

Una sinfonía de humanidades danzantes, de cuerpos que expresan con verdad, de corazones que se reconocen.

En ese contexto, el sentido de pertenencia se vuelve experiencia viva. Y eso tiene implicaciones profundas, incluso en la salud física y emocional.

El poder terapéutico de las pertenencias.

La neurociencia social y la psicología han documentado con creciente claridad los efectos del vínculo humano en el bienestar:

– John Cacioppo, uno de los grandes referentes en este campo, demostró que el aislamiento social incrementa los niveles de cortisol (la hormona del estrés), favorece la inflamación crónica y debilita el sistema inmunológico.

– Matthew Lieberman, en su libro “Social: Why Our Brains Are Wired to Connect” (2013), explica que el cerebro humano está diseñado para la conexión , y que las pertenencias activan circuitos similares a los que se activan con el placer físico, como el comer o el descanso.

En otras palabras, nuestra biología necesita pertenecer.

Cuando alguien se siente visto, escuchado y valorado dentro de un grupo, el cuerpo responde.
Se libera oxitocina (la hormona del vínculo), dopamina (relacionada con el placer) y serotonina (clave en el bienestar emocional).
Estas sustancias favorecen la regulación emocional, la confianza, el descanso y la alegría.

Por eso, un grupo afectivo no es sólo un espacio bonito: es medicina.

En Vitalida, danzamos para recordar.

Danzamos para recordar que no estamos solas ni solos.
Que no tenemos que disfrazarnos ni escondernos para ser amadas, para ser sostenidos, para compartir la vida.

Danzamos para reconocer el poder de un abrazo dado con presencia, de una mirada que acaricia, de un paso compartido.
Porque en esa danza de vínculos verdaderos, la vida se hace más viva.

Y porque sabemos que la pertenencia no se impone.
Se cultiva.
Con tiempo, con escucha, con ternura y con coraje.

Gracias por ser parte

Gracias por ser parte de esta red de corazones que se atreven a sentir, a mostrarse, a vivir con el alma despierta.

Gracias por no conformarse con encajar, y por elegir el camino más desafiante y más hermoso: el de pertenecer con autenticidad.

Invitación especial gratuita

Si esto que has leído resuena contigo, si sientes el llamado a profundizar en este camino de transformación a través del cuerpo, el vínculo y la alegría de vivir, tenemos una hermosa oportunidad para ti:

Puedes probar un fin de semana de la Formación de Biodanza en la escuela Vitálida (Olba, Teruel).
– Será en el próximo módulo de septiembre: días 12, 13 y 14.
– Es un regalo de bienvenida, una forma de acercarte y sentir desde dentro de la experiencia formativa.
– No incluye comidas ni estancia.
– Las plazas son limitadas, y se reservan por orden de inscripción.

Si lo sientes, escríbenos. Estás invitada, invitado, invitada… a pertenecer.